Dicen que tenía siete vidas y que todas las cambió por una para vivirla con ella, y se aquedó a vivir con mamá…
En un pequeño pueblo costero vivía un gato atigrado llamado Pelusa. Era un gato callejero, travieso y aventurero, conocido por su astucia y por su habilidad para escabullirse de cualquier problema. Se decía que Pelusa tenía siete vidas, y que las había utilizado todas para vivir al límite, sin ataduras ni responsabilidades.
Un día, mientras exploraba un viejo almacén abandonado, Pelusa se encontró con una niña. Luna era una niña solitaria y triste, que había perdido a sus padres en un accidente marítimo. Sus ojos reflejaban la melancolía de un alma que añora compañía y afecto.
En ese instante, algo mágico sucedió. La mirada triste de Luna conmovió el corazón de Pelusa, despertando en él un sentimiento desconocido hasta entonces: el amor. El gato, que había vivido tantas vidas sin ataduras, se sintió irremediablemente atraído por la niña y decidió renunciar a su libertad para darle compañía.
Pelusa se convirtió en el fiel compañero de Luna. La acompañaba en sus juegos, le daba calor en las noches frías y la reconfortaba con su ronroneo cuando la tristeza la invadía. Luna, por su parte, le brindaba al gato un hogar lleno de cariño y cuidados. Lo alimentaba, lo bañaba y le tejía bufandas para el invierno.
Juntos, exploraban los rincones del pueblo, inventaban historias fantásticas y compartían confidencias bajo la luz de la luna. La alegría y el amor habían transformado la vida de ambos.
Un día, mientras paseaban por la playa, Luna se enfermó gravemente. Pelusa, desesperado, no sabía qué hacer. Recordando las leyendas sobre sus siete vidas, el gato tomó una decisión: usaría su última vida para salvar a la niña que amaba.
En un acto de amor puro y desinteresado, Pelusa se acurrucó sobre el pecho de Luna y le transmitió su energía vital. La niña, milagrosamente, se recuperó y su salud volvió a ser la de antes. Sin embargo, Pelusa, al haber utilizado su última vida, se quedó dormido para siempre.
Luna, devastada por la pérdida de su amigo, lloró durante días. Pero en su corazón, sabía que el amor que Pelusa le había dado era eterno. Su recuerdo la acompañaría siempre, recordándole que el amor verdadero es capaz de desafiar incluso a la muerte.
Con el tiempo, Luna se convirtió en una mujer fuerte y resiliente. Nunca olvidó el sacrificio que Pelusa había hecho por ella, y en su memoria, se dedicó a cuidar a los animales más desfavorecidos del pueblo.
En el pequeño cementerio del pueblo, una lápida con forma de gato recuerda la historia de Pelusa, el gato de las siete vidas que las cambió todas por una para vivirla con ella. Su historia es un símbolo del amor verdadero, capaz de vencer cualquier obstáculo y de trascender incluso el tiempo.
Creado por Jose Luis Vaquero para entrepaginas.es
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