Más allá de la ventana, Mirar a través del cristal puede parecerte una pérdida de tiempo, una estupidez o una forma de simplemente evitar ver, pero te voy a contar que…
Observar a través del cristal de una ventana no siempre implica una mera contemplación del mundo exterior. En ocasiones, la mirada se convierte en un portal hacia un universo interior, un viaje de introspección que nos invita a navegar por las profundidades de nuestro ser.
Es una forma de meditar, consciente, una búsqueda del yo. Alejarse del bullicio externo y enfocar la atención en el propio reflejo no es una pérdida de tiempo, sino un acto de valentía. Es adentrarse en un territorio inexplorado, en un laberinto de emociones, pensamientos y recuerdos que conforman nuestra esencia.
Es una forma de introspección, y un ejercicio práctico realmente genial para aumentar la calma y la paz mental. Es una forma de repasar, de reconocer nuestras emociones y un mento a través del reconocimiento para sanar y fortalecer nuestra resiliencia ante el mundo y la adversidad.
Se trata de un momento donde podemos explorar todo nuestro potencial creativo, identificar para qué servimos mejor y desarrollar el principio de algún proyecto que tenemos en mente pero que no le damos forma.
Es un momento ideal para fortalecer nuestra intercomunicación personal y practicar la actitud y la empatía, sin duda un momento para conocernos mejor a nosotros mismos y para valorar lo que ocurre en nuestro mundo alrededor.
Y lo mejor es que es un camino sin mapas, ni guías, sin destino marcado con un solo fin: reconocernos y encontrarnos mejor con nosotros mismos, sin ninguna otra pretensión.
La realidad es que el acto puede parecer simple, pero mirar por la ventana no es solo observar el mundo exterior, sino también un viaje hacia el interior, una exploración de la inmensidad del universo que llevamos dentro.
Revisado por José Luis Vaquero.